Se va la tarde como una niña morosa, vestida de azabache.
¿Por qué se ahuyenta quedamente ocultando su perfil como si hubiese hecho algo inadecuado?
¿Acaso no nos proveyó de melancolía con los animados arreboles en el poniente?...
Acaso no asentó su mano gentil para ocultar las saetas candentes del astro imperioso.
¡Vuelve mañana!... te aguardaré con ansias aunque te atavíes de tinieblas…
¡Repararé lo pintoresco de tu cortesía, no el color de tu cubierta!…
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